03 mayo, 2010

The Stooges en La Riviera - Madrid


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El no ir pasó por mi cabeza ese viernes. Saliendo del trabajo no estaba de los mejores ánimos, no había un buen día y debía tomar el metro e irme a casa a cambiarme, que de ir a ver a los Stooges en camisa y zapatos formales habría de pasar por un desadaptado total. Eran como las 7:30 de la noche y hacía un sol que desinflaba el ánimo por alguna razón. Así es Madrid, y a la gente parece gustarle que el astro amarillo no se largue rápido.

Seguía cavilando en casa, hasta que en un momento y sin darle más vueltas dije: bueno, que carajo, vamos a rockear, total es viernes y aunque luego no tendré con quien echar unas cervezas voy a disfrutar esto todo lo que se pueda. Me puse los mocasines marrones con no muchos ánimos (diablos, aunque no lo creas no tenía muchos ánimos de ver al gran Iggy!) ropa algo conservadora y partí a la Riviera donde 2 semanas atrás vi a Sonic Youth en un show regular.

Mientras me comía una hamburguesa, mojándola con una aceptable Mahou, veía a la fauna punk aproximarse al recinto, era un espectáculo ver sus ropas, sus peinados, su actitud. Eran los hijos de la famosa movida rockera madrileña marchando ante la llamada de su gran padre musical. Eso me motivó.

Total que ya dentro, decidí irme hasta lo más adelante que pude. Alcancé estar a unos 15 metros del escenario y ahí me quedé de momento, pensaba sólo ver, distraerme y luego irme. El local estaba casi lleno, es decir, 2500 cabrones habían pagado 55 euros por sudar con las grandiosas canciones del Raw Power (la gira se llamada Raw Power Tour).

Salieron los viejos al escenario y la audiencia se prendió como grupo electrógeno en apagón. En especial cuando la iguana apareció con sus movimientos de contorsionista angustiado dando esporádicos saltos amorfos de joven drogado hasta las orejas que me dejaron la consulta de si Iggy aún le da a la aguja. Consulta inútil claro, pues nunca más que ahora resulta intrascendente esa pregunta. Ahora que este héroe del rock ya ha completado el camino de retorno mientras la mayoría anda por la ida.

Un setlist que incluya las canciones del incendiario Raw Power tiene garantizada una cosa: Un público excitado. Ni bien sonaron los acordes de la canción que da nombre al disco, la masa delantera empezó a moverse como placa tectónica y yo, en ese momento ambicionando un poco más de lo que inicialmente había propuesto, me adherí solapadamente a aquello para aparecer casi en la tercera fila. Estaba listo para poguear, mal vestido pero listo.

Una tras otra sonaron las canciones del disco, Iggy con sus acostumbradas salvajadas motivaba al público; le pedía que subiera al escenario, se rociaba cerveza en el cabello, ladraba al micrófono, se lanzaba a la audiencia delantera y tenía los pantalones casi en los huevos. Me acordé que el señor Pop tiene 63 años ya cuando estaba en casa, porque en el show, para todos, era un rockero excesivo más. Y todos fuimos algo así cuando una intrusa I wanna be your dog fue saltada por toda la Riviera.

Disfruté mucho ese show, y todos lo hicieron. La silbatina más ensordecedora que mis tímpanos hayan soportado se dio aquí, cuando todos pedían que la banda retornase a tocar probablemente no fun o TV eye. Días atrás un berrinche ligeramente más suave hizo que Sonic Youth retornara 3 veces a escena. (3 veces!). Pero esta vez no sucedió. Cuando la banda se despidió con un Iggy sonriente, no volvieron más.

Salí a caminar rumbo a casa por las calles, ya de noche al fin, pensando en lo mucho que me había divertido. Miraba hacia arriba y veía el palacio real iluminado señorialmente, hacia abajo estaban mis mocasines normalmente elegantes y ahora completamente pisoteados. ¡Qué bueno que vine! … le mandé un mensaje a una amiga diciéndole “qué gran show”, compré el polo negro de la gira para el recuerdo y tomé un taxi rumbo a casa.

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