El Lollapalooza ya fue, hoy es historia, la siguiente es mi historia con él.
Fue en Santiago, una ciudad confortable y ordenada. Turísticamente hablando, no es que haya demasiado, pero esta bien. Eso sí, dejo constancia de que no sucede mucho con su gastronomía y su pisco es regular.
Luego de dar las vueltas de rigor por la ciudad nos fuimos rápido para el recinto, los chilenos Denver tocaban a las 1:30 y había que verlos, pues han sido una banda que fiel al correcto estilo musical de Chile están dejando buen sonido en la escena. Luego de ellos tocarían Cypress Hill quienes siempre hacen de las suyas. Pensábamos llegar, comer algo rico y decente además de mojar eso con las primeras cervezas del día y pum!, la cola para el canje de la entrada era lentísima y larga. 3 horas de espera nos tomó aquello, Cypress, Denver iniciaban y terminaban sus participaciones mientras yo un poco fastidiado veía a la gente tuitear esas “buenas presentaciones”.
Así empezábamos mal, un festival viejo, pero nuevo en Chile. Pagamos la juventud de este país en estos menesteres (supongo yo) y nos quedamos quemando en la cola bajo el sol santiaguino.
Cuando al fin entramos fuimos directo al escenario Coca Cola Zero para ver a James, justo ahí nos dimos cuenta que ni habrían buenos snacks ni habría alcohol. Ya en ese momento pensábamos sólo en la música, así que simplemente fuimos a ver a los británicos sin pensar más en aquel digamos extraño detalle que convertiría a este festival en el más sano de todos.
James hizo lo suyo y todo bien con ellos, nunca fui fanático de su música pero disfruté esas canciones. Lo disfruté más pues el sonido estaba en su jodido punto. Ese es el sonido que debe volar al aire me decía y se lo decía a Maga. La juventud mapochina lo disfrutaba y claro, cuando sonó Laid todo estalló. El hecho que Tim Booth saliera como genio de la lámpara de alguna zona del público hizo que de inmediato se conectara con todos. Ya son un par de décadas en esto pues.
Luego vendría el segundo mejor concierto del festival (por muy poco) para mí. The National. El asunto es que como Bryan Devendorf en la batería hace rato que es un capazo, esa banda tenía que sonar como una aplanadora sentimental allá arriba, pues ¿te dije del sonido no?.
Y un elegante Matt Berninger con su voz grave y melancólica a veces se animaba a dar ladridos que iban de maravilla con la atmosfera obscura de la banda. Luego llegaría sorrow y eso fue suficiente para convencerme. Fue una performance perfecta sin pretenderlo.
Entre Empire of the sun y Deftones, elegí a los segundos a pesar de que el show de los australianos prometía colorear la noche de luces y beats daftpunkianos.
Mientras los norteamericanos nos daban una ración de su metal universitario, algo en lo que han sido siempre constantes y disciplinados, el headbanging de todos era la respuesta. Las oscuridades de Digital Bath, el cantar total en Minerva, la infalible Be quiet and drive, el súper clásico Back to school y el cierre potente de 7 words son momentos destacados regalados por el Chino Moreno y sus constantes compañeros de ruta.
Sobre Fatboy Slim, pues ya todo esta dicho, ¿alguien tiene duda de que es uno de los mejores en los platos?, el hombre sabe de qué se trata esto de la electrónica, sabe que al publico hay que divertirlo pero también hay que dejarle inspiración. 20 años de carrera inmadura lo confirman como un tipo divertido y desfachatado que se toma muy en serio su trabajo. Todos queremos al buen Norman Cook (y yo quiero además poder tener esos videos de soporte).
Así terminó el sábado, temprano, demasiado quizá, pero alguna corriente demasiado correcta y sobria para la ocasión pulula por la capital chilena.
Domingo, ya con pulsera entramos rapidito. Javiera Mena abriría mi line up personal. No había mucha gente en el escenario LG, no es tan famosa aún, debe serlo en su justa medida creo. Ella tocó lo suyo dándole preferencia a su nuevo hijo “Mena”. Salió guapa, histriónica, enfundada en un traje blanco que le otorgaba un carácter virginal el cual ella aún esta explotando. Concierto para abrir el apetito, concierto para iniciar la ruta. Ella ahora esta más madura musicalmente hablando y se anima a darle nuevos sonidos a sus “viejos” hits.
Los eternamente jóvenes 311 ya no me suenan como cuando yo tenía 17, algo no ha envejecido bien ahí, pero igual le entré al fiestón. Hubo la saltarina, la diversión de fraternidad californiana y todo continuó bien.
Me largué veloz al escenario Tech, sólo para ver que estaba copado pues este pequeñísimo recinto albergaba como máximo a unas 2000 personas. Insólito para un festival que tiene a 40 o 50 mil dentro. Así me despedía de la idea de ver a Devendra Banhart aunque para mi consuelo luego me encontraría en el aeropuerto comiendo al lado de la banda preguntándoles si vendrían a Lima. “I think it was on the plan sometime ago” dijeron.
Pero a los Flaming Lips ni cagando me los perdía, y tenía que verlos de cerca, pues la salida de Wayne en la burbuja era una cosa que había que tantear con las manos propias.
Ese concierto, quedó increíblemente corto, pero así fue el mejor de todos para mí. Ahora esta guardado en la memoria. Tanta psicodelia, tanta licencia para cualquier cosa, tanta fiesta, tanta belleza musical, tanta carisma, tanta niñez son insumo suficiente para construir un recuerdo fantástico en un lugar del espíritu, justo en medio de los otros recuerdos y las ilusiones futuras. Qué gran banda son estos que dicen Waiting for a superman.
Fischerspooner y su electro duro y compacto hicieron su música robótica y quejosa que tan bien combina. Usando bailarinas tan lindas como engañosas, el histrionismo total de Warren Fischer y Casey Spooner deja claro que ellos van al escenario a ponernos preocupadamente en onda. Buen show y buenos beats otra vez.
Casi nos quedamos sin entrar a The Drums por la misma razón que por la que perdimos a Devendra. Pero entramos. La banda novel que esta dando que hablar hizo su pop entre Vampire weekend y The Cure que tanto ha gustado. Sólo les bastaba tocar un poco de best frend o I need fun in my life para que toda la audiencia se pusiera a saltar como canguros bestias. El sonido y espacio no ayudaron mucho, pero los que estábamos adentro fuimos ya indiferentes a aquello.
El pendejo de Kanye West salió cargado de sus clásicas joyas y arrogancia para demostrar a todos que es un excelente músico. ¿por qué? porque adorna su rapeo común, con arreglos trabajados al milísegundo por él mismo, preocupándose por dar alguna variedad a este estilo demasiado limitado de experimentación. Además me quedó muy claro que su último disco sí que es potente. Eso sí, todo un marketero, cabeza de festival, parco, impuntual, y de ropas llamativas asusta a quienes no sin razón, han aprendido a tener rechazo a estas expresiones raperas, y quizá en vivo no se pueda apreciar tanto estos estilos comentados pero al fin no deja de haber con Kanye un trabajo intenso detrás de cada sample, de cada verso y de cada riff.
Buen festival, queda registrado en estas líneas desde ahorita porque ya mañana todos tendremos que volver a la realidad, aquella en la que desde Kanye hasta Wayne viven.
Las fotos en el retorno a Lima desde el aeropuerto de Santiago con Perry Farrel (Jane’s Addiction) y Wayne Coyne (Flaming Lips), #recontrawinner
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